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 Historia de Warcraft Mitos [parte 2]

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dacr
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MensajeTema: Historia de Warcraft Mitos [parte 2]   Historia de Warcraft  Mitos [parte 2] Icon_minitimeMiér Ene 12, 2011 12:23 pm

El despertar del mundo y el Pozo de la Eternidad


Hace aproximadamente diez mil años antes de la Primera Guerra entre Orcos y Humanos, el mundo de Azeroth se constituía en un solo continente, rodeado por el mar. La masa de tierra, conocida como Kalimdor, era el hogar de un sinnúmero de razas y criaturas, todas luchando por sobrevivir sobre el salvaje mundo. En el oscuro centro del continente existía un misterioso lago de energías incandescentes. El lago, el cual más tarde sería llamado el Pozo de la Eternidad, era un verdadero corazón de magia y poder natural. Extrayendo sus energías desde la infinita Gran Oscuridad más allá del mundo, el Pozo actuaba como una fuente mística, enviando sus potentes energías a lo largo del mundo para que surgieran innumerables y maravillosas formas de vida.

Con el tiempo, una primitiva tribu de humanoides de costurmbres nocturnas precavidamente fue haciendo su camino hacia las riberas del lago encantado. Los nómadas humanoides, guiados por las extrañas energías del Pozo, construyeron sus hogares en las tranquilas riberas del lago. Con el tiempo, el cósmico poder del Pozo afectó a la tribu, haciéndola más fuerte, inteligente y virtualmente inmortal. La tribu adoptó el nombre Kaldorei, que significa “niños de las estrellas” en su lengua primitiva. Para celebrar su creciente sociedad, construyeron grandes palacios y templos alrededor del lago.
Los Kaldorei, o ELFOS NOCTURNOS, como serían llamados más tarde, adoraban a Elune, la diosa de la Luna, y creían que ella dormía en la profundidad del Pozo durante las horas del día. Los tempranos sacerdotes elfos estudiaban el Pozo con insaciable curiosidad, tratando de conocer sus intangibles secretos y poderes. Conforme su sociedad crecía, los elfos nocturnos exploraban Kalimdor para desenvolver sus misterios. Las únicas criaturas que les dieron pausa fueron los ancestrales y poderosos dragones. Las grandes bestias a menudo se comportaban reclusivos, y los elfos nocturnos descubrieron que los dragones se habían constituido en los protectores del mundo, por lo que era mejor que sus secretos no fueran revelados.
El Pozo de la Eternidad fue la llave del verdadero avance y conocimiento de los Kaldorei. Mientras estudiaban las poderosas energías del Pozo, los Kaldorei fueron imbuidos con su poder, volviéndose prácticamente inmortales e inmunes al paso de los años, por sobre todoas las criaturas de la tierra. Rápidamente aprendieron las energías del Pozo directamente. Habia comenzado el estudio de la magia arcana.
Con el tiempo, la curiosidad de los elfos nocturnos los llevó a conocer a una serie de poderosas criaturas, pero la más interesante de todas fue CENARIUS, un poderoso semidios de los bosques primigenios. El valiente, noble y atrevido Cenarius se mostró complacido con los inquisitivos elfos nocturnos y ocupó una gran cantidad de tiempo en enseñarles acerca del mundo natural. Los tranquilos Kaldorei desarrollaron una fuerte empatía por los vivientes bosques de Kalimdor y el armonioso balance de la naturaleza.
Algunos Kaldorei creían que el uso abusivo de las magia arcana del Pozo podrían traer serias consecuencias, pero sus precavidas palabras fueron ignoradas por el resto de sus hermanos, quienes habían penetrado profundamente en el estudio de la magia. Los grandes hechiceros y magos construyeron hermosas ciudades, elaboraron impresionantes artefactos mágicos, y apacentaron el mundo de acuerdo a sus propias necesidades. Una de las más poderosas de las hechiceras Kaldorei se llamaba Aszhara, una mujer altatmente dotada que ansiaba el conocimiento de la magia arcana mucho más que cualquier otra criatura viva. Su conocimiento llegó a ser tan basto, que eventualmente los Kaldorei la coronaron como Reina de Kalimdor, y un inmenso y vetusto palacio le fue construido en las orillas del Pozo de la Eternidad.
Con el paso de las eras, la civilización de los elfos nocturnos se expandió territorial y culturalmente. Sus templos, caminos y lugares de estudio se expandieron por el oscuro continente. Azshara, la hermosa y generosa reina de los elfos nocturnos escogió a sus servidores favoritos para sus enjoyados salones. Sus servidores, conocidos como los Quel´dorei o “Bien Nacidos” (Highborne), fueron dotados de todo poder y se creyeron mejores que el resto de sus hermanos. Su líder, Dath’Remar, fue nombrado alto concejal de la reina y rápidamente se hizo con el control político de a nación. Aunque la Reina Azshara era igualmente amada por todo el pueblo, los Bien Nacidos eran secretamente envidiados por el resto de los elfos nocturnos. Aún así, los Bien Nacidos empezaron a venerar a su reina como una diosa, y llamaron “la encarnación misma de Elune”. Esto los llevó a tener serias disputas con las sacerdotisas de la diosa Elune, cuyo templo se levantaba en las afueras de los sagrados Claros de la Luna, cerca del Santuario de Cenarius, y en especial, con la joven e impulsiva Alta Sacerdotisa, Tyrande Whisperwind.
Imitando la curiosidad de los sacerdotes sobre el Pozo de la Eternidad, Azshara ordenó a los Bien Nacidos desentrañar sus secretos y revelar su verdadero propósito sobre el mundo. Los Bien Nacidos se sumergieron en su trabajo y estudiaron el Pozo concienzudamente. Con el tiempo desarrollaron la habilidad de manipular y controlar las cósmicas energías del Pozo. Conforme sus experimentos progresaban, los Bien Nacidos descubrieron que podían usar sus nuevos poderes para crear o destruir a su placer. Los ignorantes Bien Nacidos habían descubierto la magia primitiva y estaban resueltos a dedicarse exclusivamente a desenvolver sus misterios. Sin pensar que la magia podía ser peligrosa si no se usaba responsablemente, Azshara y sus Bien Nacidos empezaron a practicar sus encantos con evidente abandono. Cenarius y muchos de los letrados elfos nocturnos advirtieron que solamente calamidades podrían resultar si se jugaba con las claramente volátiles artes de la magia. Eventualmente, Azshara y sus seguidores continuaron expandiendo sus crecientes poderes.
Conforme sus poderes crecían, un cambio distintivo empezó a ocurrir en Azshara y los Bien Nacidos. La clase alta comenzó a tornarse cruel y despreciativa con sus compañeros elfos nocturnos. Una oscura palidez cubrió la anterior belleza de Azshara. Ella comenzó a apartarse de sus amados súbditos y rechazar la interacción con cualquiera que no fueran sus sacerdotes Bien Nacidos. Esta terrible comunión tendría un terrible precio que pagar.
Un joven erudito llamado Malfurion Stormrage, quien había ocupado mucho de su tiempo en estudiar las primitivas artes del druidismo junto a Cenarius, comenzó a sospechar que un terrible poder había corrompido a los Bien Nacidos y a su amada reina. Aunque no podía concebir de donde provenía este mal, sabía que las vidas de los elfos nocturnos cambiarían para siempre...

La Guerra de los Ancestros
Hace aproximadamente 10 000 años


El irresponsable uso de la magia por parte de los Bien Nacidos, envió ondas de energía desde el Pozo de la Eternidad a través de la Gran Oscuridad del Más Allá. Las desordenadas ondas de energía fueron percibidas por terribles mentes alienígenas. Sargeras – el Gran Enemigo de toda vida, el Destructor de Mundos – percibió los poderes del Pozo y buscó el distante punto de origen. Espiando el primigenio mundo de Azeroth y sintiendo las energías ilimitadas del Pozo de la Eternidad, Sargeras fue consumido por un insaciable apetito. El gran dios oscuro resolvió destruir el joven mundo y reclaman sus energías para si mismo

Sargeras condujo a su vasta Legión Ardiente e hizo su camino hacia el inocente mundo de Azeroth. La Legión fue conformada por un millón de escandalosos demonios, recogidos de todos los rincones del universo, ansiosos por la conquista. Los tenientes de Sargeras, Archimonde el Profanador y Mannoroth el Destructor, prepararon sus infernales monstruos para el ataque. La Reina Azshara, obcecada por el terrible éxtasis mágico, cayó víctima del imparable poder de Sargeras, y le ofreció abrirle una entrada al mundo. Incluso sus Bien Nacidos, caídos bajo la inevitable corrupción mágica, convirtieron a Sargeras en su dios. Para demostrar su fidelidad a la Legión, los Bien Nacidos convencieron a su reina de abrir un portal mágico en el Pozo de la Eternidad.

Una vez que los preparativos estuvieron terminados, Sargeras comenzó su catastrófica invasión sobre Azeroth. El delgado velo que separa la realidad del mundo de las sombras finalmente fue roto. Los guerreros de la Legión Ardiente entraron en el mundo a través del Pozo de la Eternidad y comenzaron el asedio sobre las durmientes ciudades de los elfos nocturnos. Liderados por Archimonde y Mannoroth, la Legión marchó sobre las tierras de Kalimdor, dejando solo desolación y terror a su paso. Los brujos demoníacos Eredar invocaron a los Infernales, unos inmensos gigantes de piedra y fuego verde que cayeron del cielo en forma de meteoros sobre los templos. Una banda de ardientes y sanguinarios asesinos llamada la Guardia de la Perdición, dirigidos por el voraz Azzinoth, marchó sobre las tierras de Kalimdor, acabando con todo a su paso. Jaurías de salvajes Felhounds (sabuesos diabólicos) atacaron salvajemente sin oposición. Aunque los guerreros elfos defendieron su ancestral hogar, se vieron forzados a retroceder, pulgada a pulgada, ante el avance de la Legión.

Ante el terrible ataque, Malfurion Stormrage escapó para buscar ayuda para su gente. Su propio hermano gemelo, Illidan Stormrage, aunque no era parte de los Bien Nacidos, practicaba sus artes mágicas. Convenciendo a Illidan de olvidar su peligrosa obsesión, ambos escaparon al bosque para organizar la resistencia. La hermosa y joven sacerdotisa de la luna, Tyrande Whisperwind, se decidió a acompañarles en el nombre de Elune. Ambos hermanos profesaban un amor insaciable por la idealista sacerdotisa, pero el corazón de Tyrande suspiraba solamente por Malfurion. Illidan se sentía resentido por el naciente romance entre su hermano y Tyrande, pero su corazón roto no era nada comparado por el dolor que le producía su adicción a la magia. En efecto, el continuo contacto de Illidan con las magias arcanas del Pozo, lo había corrompido a tal punto de desarrollar en él la temible sed de magia que a su vez consumía a los Bien Nacidos. Illidan creyó que, utilizando las mismas energías malignas de los demonios contra ellos, podría lograr derrotarlos de una vez por todas, por lo cual él y algunos de sus seguidores más cercanos, formaron una secta secreta cuyo objetivo era erradicar a los demonios de Kalimdor. Estos guerreros, conocidos como los Cazadores de Demonios, se sacaban ritualmente los ojos, para de este modo, utilizar toda su energía mágica contra la Legión. Malfurion nunca le perdonaría esto, pero Illidan no combatiría por él: lo haría por amor a Tyrande.

Mientras tanto, Cenarius, quien se ocultaba en los sagrados Claros de la Luna en el distante Monte Hyjal, se comprometió a ayudar a los elfos nocturnos buscando a los ancestrales dragones y asegurándose su ayuda. Los dragones, liderados por la grandiosa Alexstrasza la Roja, atacaron desde el aire a los demonios y sus amos infernales. Cenarius mismo llamó a los espíritus de los bosques encantados, reclutando un ejército de Ancestros y Treants, los hombres-árbol, y los guió en un sorpresivo asalto sobre la Legión. Malfurion, Illidan y Tyrande, al mando de las fuerzas de los elfos, organizaron un valiente y feroz contraataque. El ágil y valiente Cazador de Demonios se habría paso a través de las fuerzas de la Legión, destrozando las filas de los demonios, mientras su cuerpo ardía en un incandescente aura mágica de fuego que había creado a su alrededor, dañando todo lo que tocaba. Fue así como se encontró cara a cara con el terrible Azzinoth, capitán de la Guardia de la Perdición, y una gran batalla se entabló entre ambos contendientes. Illidan, utilizando todos los poderes concebidos por su secta, logró derrotar a Azzinoth y se apoderó de sus espadas curvas, las cuales, con el transcurso del tiempo, logró dominar con tal habilidad, que se volvieron un rasgo distintivo de su personalidad y casi eran extensiones de sus brazos.

Las fuerzas aliadas a los elfos nocturnos convergieron sobre el templo de Azshara y el Pozo de la Eternidad. Conociendo la fuerza de sus nuevos aliados, Malfurion y sus colegas sabían que la Legión no sería derrotada solamente por la fuerza de las armas. Mientras la titánica batalla alrededor de la ciudad capital aumentaba, Azshara esperaba con ansiedad el arribo de Sargeras. El señor de la Legión preparaba su paso a través del Pozo de la Eternidad y su entrada en el mundo. Conforme su enorme sombra se acercaba a la superficie del Pozo, Azshara guió a los más poderosos de sus Bien Nacidos cerca de la superficie. Solamente enfocando sus poderes mágicos sobre el Pozo podrían abrir un portal lo suficientemente grande para que Sargeras penetrara. Mannoroth el Destructor en persona, el terrible Señor del Foso, General de los Ejércitos de la Legión, guardaba la entrada al Templo de Azshara. Cenarius invocó los altos poderes de los bosques y se enfrentó a Mannoroth, dándoles suficiente tiempo a Malfurion, Tyrande y sus guerreros de penetrar en el templo.

Mientras la batalla bramada sobre los ardientes campos de Kalimdor, un terrible evento volcaría la situación. Los detalles de tal evento se han perdido en el tiempo, pero es conocido que Neltharion, el Gran Dragón Negro de la Tierra, se volvió loco durante un crítico ataque de la Legión Ardiente. El empezó a lanzar flamas sin sentido y la ira hizo brotar su lado oscuro. Renombrándose asimismo Ala de la Muerte (Deathwing), el dragón traicionó a sus hermanos y dejó el campo de batalla. La traición sorpresiva de Neltharion fue tan destructiva que sus hermanos nunca se recobraron de ella. Avergonzada y aterrorizada, Alexstrazsa y los otros nobles dragones se vieron obligados a abandonar a sus aliados mortales. Malfurion y sus compañeros, ahora desesperanzados, temieron no sobrevivir el abandono de sus poderosos aliados.

Malfurion, convencido de que el Pozo de la Eternidad era el cordón umbilical que unía a los demonios con el mundo físico, insistía en que debía ser destruido. Sus compañeros elfos, conociendo que el Pozo era la fuente de su inmortalidad y sus poderes, se horrorizaron ante esta noción. Pero Tyrande creía en la teoría de Malfurion, y convenció a Cenarius y sus camaradas de atacar el templo de Azshara y encontrar el modo de destruir el Pozo para bien.


El Ocaso del Mundo


Malfurion y sus compañeros entraron en el corazón del templo de Azshara. Una vez en la cámara principal, encontraron a los Bien Nacidos en medio del final de su oscuro encantamiento. El comunal hechizo había creado un vórtex inestable de poder sobre las turbulentas aguas del Pozo. La voluminosa sombra de Sargeras se apresuraba a cruzar el portal hacia la superficie, por lo que Malfurion se decidió a atacar.

Pero Azshara estaba más que preparada para su arribo. Todos los aliados de Malfurion fueron capturados antes de que estos atacaran a la enloquecida reina. Tyrande, tratando de atacar a Azshara por detrás, fue detenida por la guardia personal de Bien Nacidos. Al luchar contra ellos, la hermosa sacerdotisa sufrió graves heridas en sus manos. Al ver la caída de su amada, Malfurion entró en una terrible cólera y se dispuso a acabar con la vida de la reina.

Para su sorpresa, Illidan apareció desde las sombras cerca de una de las orillas del lago. Conociendo que la destrucción del Pozo impediría que volviese a practicar la magia de nuevo, Illidan se convenció a si mismo de abandonar al grupo y prevenir a los Bien Nacidos del plan de su hermano. Debido a la locura secundaria a su adicción y al reciente romance de su hermano con su amada Tyrande, Illidan no sintió ningún remordimiento en traicionar a Malfurion y aliarse con Azshara y los suyos. Illidan estaba dispuesto a defender el Pozo por todos los medios necesarios. Portando unos frascos mágicos especialmente manufacturados para su propósito, Illidan los llenó con el agua procedente del Pozo. Convencido que los demonios destrozarían la civilización de los elfos nocturnos, planeó robar las sagradas aguas y tomar sus energías para sí mismo.

Azshara, habiendo recibido la advertencia de Illidan, entabló una terrible batalla con Malfurion, quien, con el corazón destrozado por la traición de su hermano, estaba dispuesto a vencer o morir. Pero el hechizo de los Bien Nacidos había entrado en un caos tremendo al ser atacados, y el inestable portal sobre las ondas del Pozo explotó en una catastrófica tormenta que llevaría al ocaso al mundo entero. La masiva explosión resquebrajó el templo hasta sus bases y una serie de estremecedores terremotos abrieron la torturada tierra. Como la terrorífica batalla entre la Legión y los Elfos Nocturnos se realizaba alrededor de la ruinosa ciudad capital, el Pozo de la Eternidad colapsó sobre todos ellos.
Las ondas de choque de la implosión del Pozo rompieron las bases del mundo. Los mares bramaron e invadieron la tierra. Cerca del ochenta por ciento de la masa de Kalimdor fue consumida, separándose en continentes separados por un nuevo y embravecido océano. En el centro del nuevo mar, donde una vez estuvo el Pozo de la Eternidad, una tumultuosa tormenta de mareas enfurecidas y caóticas energías se formó. La terrible tormenta, conocida como el Maelstrom, nunca cesaría su furiosa vorágine. Se constituiría en el recuerdo de la terrible catástrofe… y la utópica era que se había perdido para siempre.

El Monte Hyjal y la Ofrenda de Illidan


En la nueva costa del destruido continente, dos cuerpos yacen inconscientes sobre la arena. Tyrande lentamente despierta, aún aturdida por la terrible explosión del Pozo de la Eternidad. Sobresaltada por la imagen de la muerte de su amado, se abalanza sobre el cuerpo de Malfurion quien, agotado por la lucha, se halla a su lado. Por la gracia de Elune habían sido salvados de la hecatombre. Sobre uno de los riscos de la costa, el semidios Cenarius le sonreía a la sorprendida sacerdotisa, quien aún no comprendía que su poderoso amigo les había rescatado de una muerte segura.

Los pocos elfos nocturnos que habían sobrevivido a la horrible explosión se habían reunido cerca de la costa. Los agotados héroes decidieron guiar a sus compañeros sobrevivientes para establecer un nuevo hogar para su pueblo. Aunque Sargeras y la Legión habían sido desterrados del mundo por la destrucción del Pozo, Malfurion y los suyos observaron el terrible costo de la victoria.

Entonces se dieron cuenta de que muchos de los Bien Nacidos habían sobrevivido al cataclismo. Ellos hicieron su camino por las riberas de la nueva tierra con los otros elfos nocturnos. Aunque Malfurion desconfiaba de las motivaciones de los Bien Nacidos, estaba seguro de que no serían una amenaza sin las energías del Pozo.

Para alegría de los elfos nocturnos, descubrieron que la montaña sagrada, Hyjal, había sobrevivido a la catástrofe. Buscando establecer un nuevo hogar para ellos mismos, Malfurion y los elfos nocturnos escalaron las faldas de Hyjal, hasta el valle allende el monte. Al descender al valle, entre los enormes picos de la montaña, encontraron un pequeño y tranquilo lago. En ese momento, uno de los Bien Nacidos se lanzó sobre las aguas con alegría indescriptible. Para horror de todos, las aguas del lago rebozaban de magia.

Illidan, que había sobrevivido al Ocaso, había llegado a Hyjal mucho antes que Malfurion y los elfos. En su locura por mantener fluyendo la magia en el mundo, Illidan había vaciado sus frascos con las preciosas aguas del Pozo de la Eternidad, en el lago de la montaña. Las potentes energías del agua rápidamente había formado un nuevo Pozo de la Eternidad. El exultante Illidan, creyendo que su nuevo Pozo era una ofrenda para las futuras generaciones, se vio contrariado cuando Malfurion le lanzó sobre el suelo. Malfurion le dijo a su hermano que la magia era innatamente caótica y que su uso inevitablemente llevaría a la corrupción y el sufrimiento. Sin embargo, Illidan se negó a abandonar sus poderes mágicos, y una vez más, el conflicto surgió entre los gemelos.

Sabiendo que la tendencia de Illidan a irrespetar los esquemas lo llevaría a romper las reglas, Malfurion decidió acabar de una vez por todas con la locura de poder de su hermano. Con la ayuda de Cenarius, Malfurion encerró a Illidan en una basta prisión bajo la superficie, las Tálamos Profundos, donde su apetito de poder se consumiría hasta el final de los tiempos. Para asegurar la prisión de su hermano, Malfurion encargó a una joven Guardiana, Maiev Shadowsong, para ser la carcelera personal de Illidan. Cenarius, a su vez, encomendó a uno de sus hijos, Califax el Guardián del Bosque, de asistir a la Guardiana en la custodia de Illidan durante las edades por venir.
Considerando que la destrucción del nuevo Pozo podría provocar una nueva catástrofe, los elfos nocturnos resolvieron no tocarlo. Sin embargo, Malfurion declaró que nadie volvería nunca a practicar de nuevo las artes mágicas. Bajo el ojo vigilante de Cenarius, los elfos comenzaron a estudiar las antiguas artes del druidismo con el propósito de sanar la tierra y hacer crecer de nuevo sus amados bosques en las faldas del monte Hyjal.
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